Texto para IV Conferencia Internacional NMCI: No Monogamias e Intimidades Contemporáneas. 23, 24 y 25 de noviembre 2023 en Valparaíso, Chile.
1) Dueña de casa
Ustedes se preguntarán, ¿Y qué hace una dueña de casa sentada aquí? , ¿Quién es esta señora heterocis y por qué la invitaron? Lo mismo me pregunto yo y quisiera partir problematizando, justamente, a través de esta categoría, la de dueña de casa, todas las demás ya que hoy, creo firmemente en la necesidad desestabilizar aquello que entendemos por identidad para que ésta no se transforme en un dogma que nos impida pensar una resistencia articulada entre quienes nos autopercibimos como fuera del heteropatriarcado.
Desde hace algunos años me gusta poner “dueña de casa” en los casilleros de los formularios que me toca llenar en situaciones tales como inscribirme en un consultorio, poner mis datos en una papeleta para entrar a un país o cruzar una frontera. También a la hora de pagar impuestos o cuando el banco me pide que justifique mis escuálidos ingresos. Me gusta poner “dueña de casa” cuando me preguntan por mi oficio básicamente para ahorrarme los no pocos problemas que generaría si me defino como “artista performancista o activista feminista anticolonial”. Porque cómo le explico a un rati que aunque tengo un título de periodista estoy impedida de ejercer mi profesión porque cuando comencé a hacer perfomances postporno quedé como la loca del patio de atrás de mi gremio y nunca más me dieron trabajo en la prensa. Digamos entonces que el estatuto universalmente aceptado de “dueña de casa” borra de mi persona toda posible sospecha o investigación acerca de mis actividades y me permite pasar desapercibida ante las alarmas del sistema de control y vigilancia que tan bien operan en este mundo, incluso dentro de las propias disidencias. Sabemos ya que existe una policía de la disidencia (asi como tb del feminismo) y que es tan odiosa como cualquier otra policía.
Quise ser presentada hoy desde la aparentemente inofensiva categoría de “Dueña de casa” porque fue justamente en el ámbito de lo doméstico, en el espacio físico de la casa donde me di cuenta de que tan disidente podía llegar a ser mi vida, incluso sin proponérmelo.
2)- Señora, ¿Dónde está su marido?
Recién llegada a Valparaíso a habitar una casa que reconstruí y compre luego de la muerte de mis padres, con la plata de una herencia, me di cuenta que tendría que lidiar con la misoginia estructural de mis vecinos. Porque ¿Qué hace una mujer de mi edad, sin marido, sin ocupación conocida y sin hijos viviendo sola en Valparaiso?, ¿Por qué entra y sale gente joven de su casa? Y peor aun ¿Qué hacen “hombres vestidos de mujer” (copio literal una frase que saque del wz de los vecinos) frecuentando su casa?. A poco andar con el proyecto de una casa cultural feminista, las alarmas de la normalidad comenzaron a sonar a mi alrededor. ¿Señora donde está su marido? Me preguntaron varias veces para zanjar una discusión. Tal vez llegue al barrio equivocado, pensé. Como sea, tuve que armarme de estrategias para vivir ahí ya que no estaba dispuesta a cambiar de planes hasta no haber dado digna pelea.
Una de las estrategias sugerida desde un colectivo de profesionales feministas a quienes recurrí en busca de consejo, fue armar una organización comunitaria que me permitiera enfrentarme a los vecinos desde la colectividad y no sola. Así nació Casa Acción Centro Comunitario Feminista, para afrontar “en bloque” al patriarcado estructural del barrio que se ya se había manifestado en numerosas violencias, algunas micro y otras macro, de orden policial incluso como robos domésticos y chantajes por la tenencia de “cultivos ilegales”. Una mujer sola siempre es una invitación a ser vulnerada.
Hasta este punto “el plan” sugerido por las amigas feministas funcionó bastante bien y de alguna manera transformó mi práctica artística hacia una mas colectiva y amplió mis horizontes políticos como artista y como activista. A partir del trabajo desarrollado en Casa Acción conocí a la mayoría de mis actuales vínculos en este territorio.
Hasta que un día llego el estallido y todo se volvió urgente y feroz. Entonces la personalidad jurídica se transformó en un techo que no solo me protegió a mí de las violencias machistas de mis vecinos sino que también fue útil a la hora de enfrentar todo lo que estaba ocurriendo. Como organización social me vi en la necesidad de articularme con otras organizaciones dentro de mi territorio. Así fue como Casa Acción se hizo parte del Eje Ecuador en lo que se llamó los cordones territoriales de Valparaíso y nos sumamos de inmediato a la frenética actividad de esos días intentando hacer todo lo que contribuyera al movimiento social, conversatorios, ferias, ollas comunes y poniendo el cuerpo a lo que la contingencia nos iba poniendo en frente, que no era poco.
Si bien el trabajo de Casa Acción hasta ese momento se había concentrado en actividades de índole feministas y medioambientales, de pronto tuvimos que entrar a incidir en áreas como la salud, la propaganda y la mediación comunitaria en el contexto de la agitación social.
La pandemia nos encontró aún movilizadas y el mandato de encierro nos cayó como un balde de agua fría. Entonces yo decidí que lejos de desmovilizarme haría de la actividad comunitaria una trinchera donde además de resistir, permanecer viva sin perder la razón y el sentido, porque a esas alturas conservar las ganas de estar viva comenzó a ser algo que sostener.
Entonces sobrevino la pregunta punzante por la salud mental, ¿Qué será de nuestra salud mental durante el encierro? Sin la estructura de la familia nuclear que el sistema nos propone como único amparo posible, “les rares” estábamos en serio peligro de enloquecer o deprimirnos severamente. Eso sin mencionar el tema de las adicciones y de las medicaciones. En ese primer momento yo no pensé, “¿Qué será de las personas sexodisidentes durante este encierro?” sino que pensé en mi y en mis amigas.
En este punto debo hacer un paréntesis para aclarar acerca de mi “identidad” que siempre me ha violentado el mandato de tener que militar en alguna categoría porque a lo largo de mi vida mi identidad en el amplio sentido de la palabra ha sido siempre una constante metamorfosis, nunca una cosa fija. La identidad monolítica, como el matrimonio para mi es igual que un encierro. Me angustia de la misma forma.
Entonces, volviendo a nuestra historia, completamente por fuera del tema de las identidades, atendiendo a problemas muy puntuales como la alimentación y la sanidad mental, se me ocurrió juntar dos mundos que yo habitaba en ese momento con holgura, la organización en torno a la olla común y las travestis y trabajadoras sexuales, quienes habían quedado impedidas de salir a la calle. Así fue como nació la olla TS , u Olla común para trabajadoras sexuales y travestis de Valparaiso.
Propuse la idea en la Asamblea del Eje Ecuador que por entonces sesionaba en el “Sitio Eriazo” teatro comunitario y fue aceptada, quedando Casa Acción y yo como responsable ante la comunidad, el municipio y la ley (cosa no menor).
La Olla común de las trabajadoras sexuales y travestis prendió como pasto seco en medio del descampado de ese momento. Pasaron rápidamente muchas cosas que voy a intentar resumir en un ejercicio de positivismo tóxico raro en mi pero necesario, poniendo el foco solo en lo bueno, no sin antes aclarar que la Olla TS después de abruptos procesos entre la entropía y la organización se transformó en la Putiolla, la monstriolla y finalmente el Ollón de las Putas con Michelle Clementi a la cabeza y pudo extender sus actividades a lo largo de un año dentro de la Asamblea del Eje Ecuador y luego como parte de la Asamblea de la ex Cárcel, superando todo pronóstico. Yo estuve con ellas los 3 primeros meses y luego me retiré dejándoles el permiso oficial y la red de contactos para los abastecimientos que como Casa Acción pude gestionar.
1)- Liberar a las putas y travestis de Valparaíso en plena pandemia con permisos oficiales firmados por los mismísimos carabineros de Chile, fue para mi la perfomance social mas audaz jamás imaginada, algo asi como un gol de media cancha en la final del mundial. Los permisos de voluntario de la olla común llegaron a traficarse en el mercado negro de esos negros días, pero eso es otra historia.
2)- Lograr alianzas estratégicas con otras organizaciones tanto del espectro de las disidencias como del mundo “Ciudadano” para asegurar los insumos y la supervivencia de la olla fue también una proeza política.
3)- Además de solucionar el tema alimentario y de abastecimiento de comidas asi como otros inmediatos de la comunidad sexodisidente que se convocó, la Olla llegó a entregar cerca de 100 almuerzos cada jornada, obligando a l@s vecinos a una convivencia marcada por la común necesidad.
4)- Como performatividad o escultura social la Olla de trabajadoras sexuales y travestis fue un éxito que devastó mi sistema nervioso pero logró transformarse en una escuela de organización social entre corporalidades anárquicas y alejadas de la política partidista, logrando desestabilizar la normatividad dentro de las organizaciones de izquierda y visibilizando otras formas de vínculos y resistencia durante al encierro.
5)- Para los vecinos del barrio quiénes ya venían manifestando su enemistad para con la línea feminista “radical” de Casa Acción fue una provocación que no estarían dispuestos a tolerar, por la “seguridad de la infancia” (Cito el argumento de la infancia porque este fue reiterado hasta el cansancio) por mucho más tiempo resolviéndose finalmente en una lucha que terminó con el proyecto de casa cultural feminista y con mis ganas de volver a organizar nada.
5)- Lo íntimo, lo disidente, lo poliamoroso y libertario no puede realizarse sin el compromiso y apoyo permanente de una comunidad articulada que funcione como soporte y estrategia ante el actual contexto necropolítico puesto en marcha por los narcoestados en colusión con el gran empresariado y con los microfacismos en los barrios donde vivimos.
6)- Esa comunidad es compleja y amplia. Ya no basta la comunidad de “Iguales” porque necesitamos puentes “entre mundos” para que la articulación sea posible. Me gustaría hacer un llamado acá a revisar profundamente el pensamiento de Audre Lorde sobre las diferencias entre los feminismos. Me parece que estamos en un momento donde necesitamos herramientas para articularnos en la diferencia y estar atentos cuando la identidad se convierta en un dogma y una trampa que solo favorece a la estructura de opresión que bien nos quiere aislad@s y peleando por abstracciones mientras ellos se llevan hasta el agua de los floreros.