Querida Perra
Agosto 2021
A 7 años de tu muerte me pregunto:
Primero ¿Por qué creemos que somos inmortales?, ¿Quién nos engañó tanto?, ¿Qué hemos aprendido de tu muerte en todos estos años?, ¿Cómo tu muerte nos habla de todas las muertes, incluida la propia? ¿Por qué esta necesidad de recordarte, ¿Qué podemos decirte a 7 años de tu ausencia y a quién decirlo?, ¿Por qué hacer de esta memoria una pancarta? ¿Y por qué no?
Hoy me pregunto eso mientras escribo estas líneas, en lo que ya se ha transformado en un riguroso ritual de las palabras para alimentar el fuego de tu memoria, que cada agosto nos reúne y nos transforma un poco y nos recuerda quiénes somos, quiénes fuimos, de dónde venimos y para dónde vamos. Este ritual que nos acerca de alguna manera a esa verdad dura de la existencia que tan bien encarnaste en vida querida, incluso más allá de tu voluntad.
Siempre que escribo algo para ti, en agosto, lloro. No puedo evitarlo. Es doloroso este ritual, por eso es riguroso. Aunque creo que como generación hemos avanzado bastante en mantener a nuestros muertos sentados a la mesa, brindando con nosotros. Y es que tenemos bastantes muertos, como generación, como puebla y como comunidad.
Una vez una trava chica (cuyo nombre no revelaré para no generar fisuras en el delicado tejido disidente) me preguntó que hasta cuándo seguíamos haciéndote homenajes, que ya estaba bueno ya, que ahí estaban las nuevas generaciones esperando por su reconocimiento. Y yo al principio no supe que responder. Pero me hizo pensar y preguntarme ¿Por qué insistimos en este ejercicio de memoria y lo hacemos público?
Y me respondo, insistimos porque te amamos en primer lugar y el amor y la memoria son políticos y tu vida, tu obra y tu muerte también fueron políticas, más de lo que tú misma hubieras querido. Porque morir de SIDA dejando en una clínica privada una deuda equivalente al precio de una casa en un buen barrio burgués, luego de meses en coma, meses donde desfilaron por tu cama en la clínica privada todo el carnaval del cual formabas parte; déjame decirte que eso también fue una tremenda performance política. Así como también lo fueron los miles de besos con SIDA a la entrada de la clínica Dávila para pedir la condonación de tu deuda, que tras tu muerte pasó a tu familia.
Creo también que hay un poco de venganza contra este mundo y contra este país en insistir contigo. Pero yo no quiero una perra limpia, en completo acuerdo con academias, políticos, museos y mercados, lista para convertirse en ícono del consumo LGTBQ+.
Siempre habrá que tener cuidado con eso, porque el mercado de la memoria es grande y es perverso, como todos los grandes mercados. Por eso también duele esta memoria y es una memoria exigente, porque al igual que el deseo que tan bien sabías desplegar y reunir, sigue siendo un territorio en disputa.
Pero ya eres tan grande, tan galáctica que has conquistado la inmortalidad. Porque viven en nosotr@s quienes recordamos. Y de la memoria nadie es dueño. Y yo prefiero recordarte como cuerpo político e insistir el nombrar lo inmobrable.
Porque además nada está ganado. No siguen matando y pegando bajo. Cada vez más.
El SIDA, la gonorrea, el papiloma, el sistema, el estado, la precarización, la depresión, la soledad, la frustración de un país que te quita todo y castiga sin cesar, sigue matando a nuestra mejor gente y ahora la pandemia y toda la maquinaria necropolítica que el sistema ha inventado contra nosotras, las perras, las gatas, las lobas, las cerdas, las locas, las brujas, las libres.
Y si antes fuiste la fuga, hoy eres el puente, que cruzamos cada agosto para encontrarnos las calientes transnacionales. Esas que por calientes hemos sido quemadas ya tantas veces que de tanto ser quemadas ya le encontramos el gustito y hemos hecho una fiesta en medio de la hoguera.
Mientras el Ku Kluk Klan se rearticula en la afueras de nuestras casas.
A los 7 años, para mi se cumple un ciclo y es con gratitud que vengo a despedirme de tu memoria inmortal.